No importa si acabas de suspender o aprobar; no importa si estás cansado, feliz o triste. No importa porque los alumnos y profesores del IES El Bohío, en el fondo, tienen algo en común: de lunes a viernes, a la misma hora, todos se reúnen en la cantina, aunque sea por poco tiempo. Allí comparten un rato agradable, porque este lugar es el punto de encuentro entre estudiantes y docentes. Sí, sí, en la cantina hablan, ríen, bromean, lloran y algunos hasta vienen con dolor de barriga.
Nada que no solucionen Manuel, Adriana y Alfonso, las tres personas que están detrás de la barra. Una tila, una manzanilla, un café o un vaso de leche caliente, que bien se agradecen invierno. Ahora, con la subida de la temperatura, lo que sí se agradecen son las limonadas, y tampoco se niega uno a comer algo salado, como las pizzas, cuadrados y empanadillas que Manuel y Adriana preparan con esmero, desde primera hora de la mañana. El señor Alfonso, en cambio, es todo un veterano y está al corriente de que el pan (normal, integral o campero) no se tueste demasiado. Mientras se hace, rellena las tarrinas de tomate rallado. Es un ritual. Su ritual. Una rutina que le hace feliz.
No olviden que si tiene un mal día, o simplemente quieren darse un capricho, en la cantina también hay dulces, claro: las napolitanas se demandan hasta acabar existencias, y algún que otro profesor comete el 'pecado', se salta la dieta y pide una ensamiada cubierta de azúcar glas. Todo eso pasa aquí, en este punto de encuentro, en el epicentro del IES El Bohío.
Autor: Rubén Serrano