Escrito por Alfonso Cegarra
Existen lugares que están destinados a ser el punto de encuentro de muchas personas, lugares que recogen, cada día, el testimonio y la voz de aquellos que por allí se encuentran de paso; pero también existen lugares que están inherentemente ligados a la rutina, la actividad y el sentimiento de la gente. A veces descansan o se encuentran vacíos, pero entre sus paredes siempre resuena el eco de las voces que le dan vida. Y muy viva tiene que estar entonces la cantina de IES El Bohío, ya que funciona como el lugar ideal para el recreo de unos cuantos alumnos y otros tantos profesores. A cada instante, las puertas de la cantina se convierten en un “correcalles” por el que entran y salen en busca de un buen almuerzo o de un café energizante.
Pero más allá de los refrigerios, las conversaciones y las risas no faltan, porque el ingrediente principal para sus regentes, Manolo y Adriana, es que cada quien que acuda a la cantina se sienta como en casa, con la alegría y la cercanía de una familia; y todo para crear un ambiente vivo, dinámico, en el que se puedan disfrutar, al menos, de unos minutos agradables en compañía de amigos, compañeros e incluso familiares.
“Porque si algo es importante en la vida es la familia”, señala Adriana, que comenzó su andadura como cantinera en compañía de sus padres, Fina y Alfonso, los que siempre le ayudaban con las cuentas y el reparto de comida en la barra, en todos y cada uno de los recreos, desde hace nueve años: “acudir a la cantina era, más que una obligación, un aliciente para levantarse cada día y llevar a cabo los preparativos, y sin ellos nada habría sido posible”. De ambos aprendió mucho, como padres y como instructores cantineros. Ahora, cuando Adriana levanta la mirada desde la barra de su cantina, se siente orgullosa de ver cómo se ha convertido, con el paso del tiempo, en un lugar de unión entre varias generaciones, como ella cuando trabajaba con su familia: “Parece como si metieras a varias personas de diferentes épocas dentro de una maquina del tiempo y los soltaras a todos de golpe en medio de un bar”. La riqueza y diversidad cultural es importante, al igual que el choque generacional, ya que, aunque todos estamos aprendiendo a manejarnos y lidiar con las nuevas tecnologías y las redes sociales, siempre se intercambian impresiones y se aprende con la colaboración de unos y otros: alumnos más jóvenes, los que entran a la secundaria, otros que acaban casi sus estudios… e igualmente profesores más veteranos y otros que están empezando.
De una forma u otra, la idea es que la cantina acoja el espíritu y las inquietudes de los más jóvenes, así como la experiencia y sabiduría de los mayores y, al igual que el establecimiento nutre a los que llegan, se nutre de sus energías, y de todas y cada una de las charlas y reuniones que allí tienen lugar.