21 de julio de 1700. En Santo Domingo, en la República Dominicana, nace un niño. Pero no en una casa, no, sino en una plantación de azúcar. Este niño es hijo de dos esclavos y su nombre es Antó.
Antó creció en plantaciones trabajando y derramando sudor. Pero se cansó, y con 18 años recién cumplidos corrió de la plantación para liberar a su pueblo. En Santo Domingo buscó ayuda de cimarrones para entrenarse y poder luchar contra los esclavistas.
Con 28 años ya, experto en el manejo de la espada y pistolas y, como no, en la lucha cuerpo a cuerpo, asaltó la plantación de la que escapó junto a un grupo de cimarrones. Encontró a sus padres, a los que liberó junto a los esclavos de la plantación.
A partir de ahí empezó a hacer negocios con el azúcar de la plantación y, con 31 años, consiguió el dinero suficiente para comprarse un barco. ¿Y para qué quería un barco? Porque Antó sabía cuál era su objetivo en la vida; viajar por el Caribe junto a sus compañeros cimarrones para liberar esclavos de plantaciones, subastas o incluso de otros navíos, llegando casi a ser un pirata.
A los 50 ya decidió que era suficiente y se fue a Jamaica para vivir con su esposa, también esclava liberada. Pero sus compañeros siguieron haciendo del Caribe un lugar libre gracias a su barco.

                                                                        FIN

Autor: Rubén Cervantes Vidal